lunes, 10 de septiembre de 2012


Historia como Ciencia

HISTORIA COMO CIENCIA
 
En las ciencias humanas y sociales, el ámbito fenoménico en el que el sujeto se mueve operatoriamente para alcanzar resultados estables y eficaces, tiende a perseguir objetivos cognitivos y de índole técnico o práctico en sentido genérico. La caracterización de las ciencias sociales, o historia como ciencia “social” o “humana”, se refiere a la mecanización, o al estructuralismo que comenzó a perseguir la historia, utilizando el método científico, en las investigaciones de orden histórico, llegando así a la definición del concepto de “historia como ciencia”.
 
Para analizar este enunciado de “historia como ciencia”, primero hay que entender que se define por concepto de ciencia y que se entiende historia.
 
En primer término, ciencia, proveniente del latín scientia, (de scire, ‘conocer’), se emplea para referirse al conocimiento sistematizado en cualquier campo, pero que suele aplicarse sobre todo a la organización de la experiencia sensorial objetivamente verificable. La búsqueda de conocimiento en ese contexto se conoce como ‘ciencia pura’, para distinguirla de la ‘ciencia aplicada’ —la búsqueda de usos prácticos del conocimiento científico— y de la tecnología, a través de la cual se llevan a cabo las aplicaciones.

También se puede decir, que ciencia, es un tipo de conocimiento y el resultado de éste, consistente en aplicar a un objeto o fenómeno, las diferentes fases del Método Científico, elaborando teorías, hipótesis, experimentando, y verificando, para dar valides a las teorías. Por ende, la ciencia, o conocimiento científico, debe ser racional, pues sólo por medio de la razón se puede comprender; también tiene que ser sistemático, porque necesita de un estructuralismo y tiempo para la elaboración de las hipótesis; además de empírico, ya que está obligado a experimentar para conocer a cabalidad; y verificable, pues la ciencia no puede entregar datos e información que no sean fidedignos. Sin embargo, es falible, pues puede equivocarse para seguir construyendo otros modelos mejorados.

Por su parte, historia, proveniente del griego istorein, que quiere decir “hacer una investigación”, entendida como un acto humano, es tradicionalmente, en su sentido más amplio, es el estudio de la totalidad de los sucesos humanos acaecidos en el pasado, aunque una definición más realista la limitaría al pasado conocido mediante cualesquiera que sean las fuentes documentales. La historiografía en cambio, es el registro escrito de lo que se conoce sobre las vidas y sociedades humanas del pasado y la forma en que los historiadores han intentado estudiarlas. De todos los campos de la investigación, la historia quizá sea la más difícil de definir con precisión, puesto que, al intentar desvelar los hechos y formular un relato inteligible de éstos, implica el uso y la influencia de muchas disciplinas auxiliares.
 
El objetivo de todos los historiadores ha consistido en recopilar, registrar e intentar analizar todos los hechos del pasado del hombre y, en ocasiones, descubrir nuevos acontecimientos. Todos ellos reconocen lo incompleta que es la información de que se dispone, parcialmente incorrecta o sesgada y que requiere un cuidadoso tratamiento.
 
Sin embargo, existen algunas tendencias que difieren de esta acepción de historia, tales como el positivismo (sistema filosófico que admite únicamente el método experimental y rechaza toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto, ideal elaborado por Auguste Comte), que piensa a la historia como el relato de hechos concretos y conocidos ocurridos antes de nosotros; y otra visión tiene un sentido simbolista, no de cualquier hecho, sino de los que han colaborado en el desarrollo del hombre como ser social. Esta tendencia es defendida por filósofos y sociólogos modernos o neokantianos.

Visto de esta forma, la historia sería una ciencia clásica, pues para ambos tipos de historia (positivista o simbolista), se necesita en mayor o menor grado, la utilización del método científico histórico, con todo su procedimiento, para la obtención de información y testimonios fidedignos de hechos y sucesos previos a nosotros.
 
Sin embargo, no hay que olvidar, que existen líneas del conocimiento histórico, que defienden que la historia no es sólo el análisis del pasado humano, sino también del presente para predecir fenómenos futuros. Por lo tanto, la historia tiene mayor connotación científica, cuando este conocimiento tiene la capacidad de predecir.
 
A esto se le denomina “Ciencia Histórica”, que comprende un reconocimiento retrospectivo del pasado, una prospectiva del futuro, y una perspectiva del presente, resultado este último de la síntesis de los dos primeros.
 
Ante todo esto, se puede determinar también, que la historia es una ciencia ideológica, que aspira a absorber de su entorno, conocimiento conceptual por medio de la crítica, identificándose en muchos de sus tramos, con la filosofía. En estos casos, se trata propiamente de una investigación empírica, y en parte de una corrección teórica, de las categorías, que la tradición conoce como materialismo histórico.

Finalmente podemos argumentar que la ciencia histórica, es un fenómeno del conocer humano, empírico o ideológico, pues no hay una sola forma de ver la realidad, si ambas llegan al mismo resultado; y no se puede pensar que las ciencias clásicas no están ligadas a la ciencia histórica o social, pues un claro ejemplo, es el evolucionismo del británico Charles Darwin, quien en su teoría más bien biológica de la Evolución de las Especies, provocó un cambio radical en el conocer del desarrollo del hombre, del progreso de la humanidad, y de su entorno social, aportando mayores datos e información a la investigación histórica respecto. Por lo tanto la ciencia biológica se liga en ese caso a la historia, y como en este, en muchos otros casos.
 
Pero también es posible entender las ideas neopositivsitas, que conciben a la historia como un arte científico social, pues expresa los sentimientos del autor, historiógrafo y hasta críticos, en lo que se entrega como información final del saber histórico.
 
Pero sin duda alguna, el método científico histórico, base de la ciencia social, hace que esta disciplina sea catalogada de ciencia.
 
 
BIBLIOGRAFÍA:

 “El problema de la Unidad Nacional”, Carlos J. Blanco Martín.
 “El Materialismo”, C. Fernández Liria.
 “Historia como Ciencia Ideológica”, Carlos J. Blanco Martín.
 “El Estructuralismo Histórico”, Carlos N. Coutinho.
 “La Práctica Teórica en la Ciencia”, L. Althusser.

 

Fuentes primarias y secundarias en la construcción del conocimiento histórico

 

José Martín Hurtado Galves[1]

 

Todo conocimiento histórico necesita de la utilización de fuentes, ya sean documentos, testimonios u objetos. Su argumentación se basa en la interpretación de éstas. A diferencia –por ejemplo– del filosófico, que parte de un discurso teórico en el que se debaten las ideas a partir de las ideas. Y no es que en el histórico no se debatan las ideas, sino que éstas son el producto de la interpretación de las fuentes. 

 

La utilización de fuentes en historia tiene tres aspectos: primero, como base desde la que se construye el conocimiento histórico (fundamentación); segundo, como medio por el que se transita para construir dicho conocimiento (demostración); y tercero, como límite, en el sentido de que pone una frontera al historiador, impidiéndole que pueda elucubrar sin argumentos acerca de su tema de investigación (verificación).

 

El primer aspecto, la fundamentación, se refiere a la fuente histórica de la que parte el investigador. Es el punto prístino de donde surgirá el interés, la idea de conocer y demostrar tal o cual suceso, tradición, comportamiento o idea que se quiera investigar. Puede ser un documento escrito, un objeto o un testimonio oral.

 

El segundo, la demostración, es el trayecto que se sigue en la investigación. No basta con contar con una base sólida, se necesita desarrollar adecuadamente la investigación. Entiéndase por adecuadamente, la correcta interpretación de las fuentes consultadas. Las aseveraciones que se realicen durante la investigación deben estar sustentadas en la demostración constante. Esto no significa que se necesiten hacer cortes intermedios, con el fin de demostrar lo investigado hasta ese momento; sino que durante la investigación no debe salirse de la correcta interpretación de las fuentes. La capacidad del investigador para observar, es decir, su mirada epistemológica, le permitirá verlas desde diferentes enfoques y con distintas posibilidades de interpretación.

 

El tercero, la verificación, se refiere a que una vez concluida la investigación histórica deberá ponerse a consideración del lector el lugar exacto de donde se obtuvieron las fuentes consultadas, esto permitirá contar con la confiabilidad necesaria y la suficiente certeza de que los resultados son producto de una investigación seria y científica.

 

Además de los tres puntos anteriores, hay que tener en cuenta que durante la investigación, el historiador realiza una serie de interpretaciones que le permiten alejarse de la mera repetición o transcripción que se obtienen de las fuentes, al construir un conocimiento que es el producto de sus propias reflexiones.   

 

No se trata de revivir el pasado por medio de traer algunas fuentes al presente, sino de interpretarlas: construir una historia a partir de leer, dialogar y reflexionar con ellas. El pasado no se trae al presente, somos nosotros los que vemos ese pasado desde nuestro presente. Pero lo hacemos con una mirada epistemológica y un discurso actual.

 

Ahora bien, todas las corrientes historiográficas, aunque difieran en su concepto de historia, así como en la forma en que seleccionan y utilizan sus fuentes, coinciden en algo: se basan en fuentes. La forma en que las seleccionan depende del enfoque que tengan del conocimiento histórico: los que saben que el conocimiento histórico se construye; y los que creen que el conocimiento histórico se reconstruye, trayéndolo del pasado por medio de las fuentes.

 

Toda fuente le permite al historiador construir un discurso, esto a partir de una mirada epistemológica e histórica. Epistemológica, porque es desde las fuentes que observa con una intencionalidad de construir un logos, hay la necesidad de construir un conocimiento específico. Histórica, porque ubica al sujeto espacial y temporalmente.

 

Las fuentes son las mismas, no cambian, pero la mirada del historiador no es la misma. Entonces, la información que se pueda obtener de la fuente no se da sólo a partir de ella, sino de la mirada que le da sentido; por ello, al leer los resultados de una investigación, no sólo vemos las fuentes interpretadas, sino la mirada del historiador, su interés o intencionalidad por construir un discurso histórico.

 

Al final, toda fuente es voz, huella del devenir humano. Por eso, investigar en fuentes resulta, en el fondo, preguntar por el sujeto histórico a través del tiempo. Es observar al pasado desde el discurso histórico del presente; es no dejar el presente desde un estar proyectado hacia una existencialidad que se difumina en el tiempo.

 

¿Dónde podemos encontrar al ser humano si no es en su propia actividad humana? En este sentido, las fuentes no son más que constancias de que el sujeto estuvo ahí, ocupando un espacio y un tiempo concretamente humanos.

 

Si no existieran las miradas histórica y epistemológica, no tendría caso utilizar fuentes. Sólo habría una mirada y una sola interpretación histórica unívocas, que agotarían la posibilidad de preguntar por el sujeto histórico. Pero es a partir de dichas miradas diferentes y en movimiento, que las fuentes pueden seguir diciéndonos lo que de antemano, o no, estamos buscando. Solamente la mirada del que inquiere puede obtener una voz, y no un silencio, por respuesta.

 

Lo material de las fuentes es idea confusa, a pesar de su orden en los archivos. Es dispersión, fuga en tanto que no hay una interpretación de ellas. El sujeto al que aluden es difuso, el hecho de la interpretación no acaba de concretarse, sólo hay referencias espacios en blanco. Pero el historiador ordena, reordena, edifica, construye, interpreta, reinterpreta, resuelve, conecta, le da sentido a lo material para crear una nueva idea a partir de la utilización de fuentes. Su claridad concreta surge de la claridad abstracta de lo material de la fuente. Es entonces que el material histórico, las fuentes, adquieren piel y voz y pueden dialogar con nosotros en un tiempo presente.

 

Antes de que el historiador utilizara las fuentes, éstas ya estaban “ahí”, pero ese estar ahí era difuso, era el limbo, un laberinto, un caos. Es el historiador quien les da sentido y orden, volviéndolas necesarias.

 

Por otro lado, la investigación histórica basada en fuentes ayuda al lector, que no hace investigación, a conocer acerca de dichas fuentes sin consultarlas directamente. En el caso de la educación, les permite a profesores y estudiantes contar no sólo con los resultados de la investigación, sino con los lugares específicos de donde se obtuvieron dichos resultados; así como con la posibilidad de revisar dichas fuentes para verlas desde otra visión o conocimiento específico.

 

No debe creerse que para realizar una investigación histórica es suficiente con la utilización de fuentes, pues se necesita de conocimientos históricos acerca del tema que se pretenda estudiar, es decir, se requiere –permítaseme decirlo así– de conocer el contexto del texto. También son necesarios conocimientos teóricos e historiográficos que le permitan al historiador ubicar y profundizar en su investigación. Sin embargo, contar con las fuentes necesarias es el primer paso en cualquier investigación: los siguientes, estarán siempre en relación con este primero.   

 

Ahora bien, no se trata de utilizar fuentes para justificar que una investigación historiográfica sea válida o no, sino de utilizar las fuentes necesarias para construir un conocimiento historiográfico. Es decir, la historia no es la repetición del pasado, sino, en todo caso, la construcción del discurso y de la imagen de ese pasado a partir de la revisión de fuentes.

 

Es necesario advertir que también se puede hacer historia del presente. En este sentido las fuentes utilizadas no recuperan un pasado, sino que construyen un presente histórico con elementos del mismo presente. Esta construcción le permite al sujeto construirse desde un sentido ontológicamente histórico. Su ser se da a partir de un estar siendo en el tiempo tanto diacrónica como sincrónicamente.

 

La historia es un discurso humano y, como tal, necesita construirse, fundamentarse, interpretarse, argumentarse, demostrarse, verificarse. En este sentido las fuentes varían dependiendo no sólo por sus características particulares, sino por la utilización que se hace de ellas.

 

Podemos decir, grosso modo, que el método que sigue el historiador al utilizar fuentes primarias es el siguiente: busca, encuentra, selecciona, clasifica, “edita” cuando es necesario, contrasta, para obtener no sólo información, sino orientación a su investigación; pero, durante todo este proceso interpreta, argumenta, reflexiona y valora las fuentes a partir de una intencionalidad y tomando en cuenta las circunstancias históricas del texto, es decir, su contexto. Ahora bien, el orden no necesariamente es éste; sin embargo, nos permite tener una mejor visión de lo que hace el historiador. Veamos a continuación algunas preguntas que, aunque generales, se hace el historiador al realizar una investigación.

 

  • ¿A qué tipo(s) de conocimiento(s) pertenece la fuente (política, religiosa, artística…)?
  • ¿Qué otro tipo de información se puede obtener de ella, además de los datos concretos que contiene?
  • ¿Cómo debe interpretarse, solamente a partir de un enfoque?
  • ¿Cómo está estructurada la información?
  • ¿Qué relación tiene con otras fuentes?

 

Además, generalmente se parte de una serie de preguntas de orden lógico, tales como:

 

  • ¿Qué es o qué sucedió?
  • ¿Quién o quiénes participaron o se vieron afectados?
  • ¿Por qué pasó?
  • ¿Para qué se hizo?
  • ¿Cómo se realizó?
  • ¿Dónde sucedió?
  • ¿Cuándo pasó?
  • ¿Cuáles fueron las causas?
  • ¿Cuáles las consecuencias?

 

Antes de continuar, veamos una forma de clasificar a las fuentes:

 

Fuentes primarias: son los documentos, testimonios u objetos originales que le permiten al historiador investigar directamente en ellos, sin la intervención de un intermediario (traducción, paleografía, edición, ente otros), pues se corre el riesgo de partir de una interpretación, o segunda lectura. Generalmente las fuentes primarias pertenecen al mismo período histórico que se esté investigando, pero no necesariamente; por ejemplo, puede haber varios años de diferencia entre dos documentos originales, pero si ambos tratan de un mismo suceso, no dejan de ser fuentes primarias en la misma investigación.   

 

Fuentes secundarias: son los resultados concretos de la utilización de las fuentes primarias, es decir, libros, ensayos, artículos, biografías, monografías, entre otros. Este tipo de fuentes no son de poco valor, pues son el producto de años de investigación histórica. Y para la mayoría de las personas, es la única posibilidad que tienen para conocer sobre temas históricos. Tómese en cuenta, por ejemplo, las dificultades físicas, económicas, de tiempo y capacidad de investigación, que representaría el que todos los que quisieran conocer sobre algún tema histórico, tuvieran que acudir personalmente a consultar en las fuentes primarias.

 

Es necesario advertir que no hay una clasificación única y absoluta acerca de la fuentes primarias y secundarias, sin embargo, exponemos a continuación una que consideramos puede ser útil para distinguir ambas.

 

Fuentes primarias:

Escritas:

a)      Documentos públicos o privados (oficiales, políticos, administrativos, jurídicos, económicos, educativos, religiosos, particulares; ejemplos: testamentos, fe de bautismo, actas, informes económicos, listas de asistencia, cartas, diarios personales, entre otros)

b)      Publicaciones (bandos, gacetas, periódicos, entre otros)

c)      Literarios (poemas, cuentos, borradores de novela, crónicas, artículos, ensayos, entre otros)

Iconográficas:

a)      Plásticas (pintura, escultura, arquitectura)

b)      Gráficas (fotografía, dibujos, caricaturas, grabados, carteles, afiches, entre otras)

Orales:

a)      Directas (personas que presenciaron el suceso, o que les contaron dicho suceso)

b)      Grabaciones (filmes, audiovisuales, cine, video, entre otros)

 

Fuentes secundarias:

                        Escritos (libros, revistas, periódicos, entre otros)

Auditivos (grabaciones de conferencias, entre otras)

                        Auditivos y visuales (teleconferencias, videoclips, entre otros)

 

Terminamos presentando algunas sugerencias para utilizar fuentes secundarias que –a su vez– utilicen fuentes primarias; con base en que éstas pueden ser recursos didácticos en la educación.

 

  • Leer párrafos, comprendiendo su significado al subrayar ideas principales y escribirlas con sus propias palabras a la derecha del mismo; tratando de entender la lectura a partir de las propias anotaciones. Posteriormente, cuando se tenga mayor habilidad de lectura, se podrá leer de “corrido” textos completos, y será más fácil detectar lo que nos dice el historiador (propuesta, problema, situación, características, causas, consecuencias, entre otras).
  • Ubicar las palabras que se desconozca su significado y consultarlas en un diccionario.
  • Investigar acerca del autor(es) y contexto en que se escribió.
  • Investigar las características de la corriente historiográfica a la que pertenece el texto.
  • Hacer una ficha de lectura, identificando el espacio (contexto) y el tiempo (diacrónica y sincrónicamente), tomando en cuenta los puntos anteriores.

 

 



[1] Dr. en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional, Profesor Investigador de la Escuela Normal Superior de Querétaro, e Investigador del Archivo Histórico de Querétaro.