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lunes, 10 de septiembre de 2012
Fuentes primarias y secundarias en
la construcción del conocimiento histórico
José Martín Hurtado Galves[1]
Todo conocimiento histórico necesita
de la utilización de fuentes, ya sean documentos, testimonios u objetos. Su
argumentación se basa en la interpretación de éstas. A diferencia –por ejemplo–
del filosófico, que parte de un discurso teórico en el que se debaten las ideas
a partir de las ideas. Y no es que en el histórico no se debatan las ideas,
sino que éstas son el producto de la interpretación de las fuentes.
La utilización de fuentes en
historia tiene tres aspectos: primero, como base desde la que se construye el
conocimiento histórico (fundamentación); segundo, como medio por el que se
transita para construir dicho conocimiento (demostración); y tercero, como
límite, en el sentido de que pone una frontera al historiador, impidiéndole que
pueda elucubrar sin argumentos acerca de su tema de investigación (verificación).
El primer aspecto, la fundamentación, se refiere a la fuente
histórica de la que parte el investigador. Es el punto prístino de donde
surgirá el interés, la idea de conocer y demostrar tal o cual suceso, tradición,
comportamiento o idea que se quiera investigar. Puede ser un documento escrito,
un objeto o un testimonio oral.
El segundo, la demostración, es el trayecto que se
sigue en la investigación. No basta con contar con una base sólida, se necesita
desarrollar adecuadamente la investigación. Entiéndase por adecuadamente, la
correcta interpretación de las fuentes consultadas. Las aseveraciones que se realicen
durante la investigación deben estar sustentadas en la demostración constante.
Esto no significa que se necesiten hacer cortes intermedios, con el fin de demostrar
lo investigado hasta ese momento; sino que durante la investigación no debe
salirse de la correcta interpretación de las fuentes. La capacidad del
investigador para observar, es decir, su mirada epistemológica, le permitirá
verlas desde diferentes enfoques y con distintas posibilidades de
interpretación.
El tercero, la verificación, se refiere a que una vez
concluida la investigación histórica deberá ponerse a consideración del lector
el lugar exacto de donde se obtuvieron las fuentes consultadas, esto permitirá
contar con la confiabilidad necesaria y la suficiente certeza de que los
resultados son producto de una investigación seria y científica.
Además de los tres puntos
anteriores, hay que tener en cuenta que durante la investigación, el
historiador realiza una serie de interpretaciones que le permiten alejarse de
la mera repetición o transcripción que se obtienen de las fuentes, al construir
un conocimiento que es el producto de sus propias reflexiones.
No se trata de revivir el pasado
por medio de traer algunas fuentes al presente, sino de interpretarlas:
construir una historia a partir de leer, dialogar y reflexionar con ellas. El
pasado no se trae al presente, somos nosotros los que vemos ese pasado desde
nuestro presente. Pero lo hacemos con una mirada epistemológica y un discurso
actual.
Ahora bien, todas las corrientes
historiográficas, aunque difieran en su concepto de historia, así como en la
forma en que seleccionan y utilizan sus fuentes, coinciden en algo: se basan en
fuentes. La forma en que las seleccionan depende del enfoque que tengan del conocimiento
histórico: los que saben que el conocimiento histórico se construye; y los que
creen que el conocimiento histórico se reconstruye, trayéndolo del pasado por
medio de las fuentes.
Toda fuente le permite al
historiador construir un discurso, esto a partir de una mirada epistemológica e
histórica. Epistemológica, porque es
desde las fuentes que observa con una intencionalidad de construir un logos,
hay la necesidad de construir un conocimiento específico. Histórica, porque ubica al sujeto espacial y temporalmente.
Las fuentes son las mismas, no
cambian, pero la mirada del historiador no es la misma. Entonces, la
información que se pueda obtener de la fuente no se da sólo a partir de ella,
sino de la mirada que le da sentido; por ello, al leer los resultados de una
investigación, no sólo vemos las fuentes interpretadas, sino la mirada del
historiador, su interés o intencionalidad por construir un discurso histórico.
Al final, toda fuente es voz,
huella del devenir humano. Por eso, investigar en fuentes resulta, en el fondo,
preguntar por el sujeto histórico a través del tiempo. Es observar al pasado
desde el discurso histórico del presente; es no dejar el presente desde un
estar proyectado hacia una existencialidad que se difumina en el tiempo.
¿Dónde podemos encontrar al ser
humano si no es en su propia actividad humana? En este sentido, las fuentes no
son más que constancias de que el sujeto estuvo ahí, ocupando un espacio y un
tiempo concretamente humanos.
Si no existieran las miradas
histórica y epistemológica, no tendría caso utilizar fuentes. Sólo habría una
mirada y una sola interpretación histórica unívocas, que agotarían la
posibilidad de preguntar por el sujeto histórico. Pero es a partir de dichas miradas
diferentes y en movimiento, que las fuentes pueden seguir diciéndonos lo que de
antemano, o no, estamos buscando. Solamente la mirada del que inquiere puede
obtener una voz, y no un silencio, por respuesta.
Lo material de las fuentes es idea
confusa, a pesar de su orden en los archivos. Es dispersión, fuga en tanto que
no hay una interpretación de ellas. El sujeto al que aluden es difuso, el hecho
de la interpretación no acaba de concretarse, sólo hay referencias espacios en
blanco. Pero el historiador ordena, reordena, edifica, construye, interpreta,
reinterpreta, resuelve, conecta, le da sentido a lo material para crear una
nueva idea a partir de la utilización de fuentes. Su claridad concreta surge de
la claridad abstracta de lo material de la fuente. Es entonces que el material
histórico, las fuentes, adquieren piel y voz y pueden dialogar con nosotros en
un tiempo presente.
Antes de que el historiador
utilizara las fuentes, éstas ya estaban “ahí”, pero ese estar ahí era difuso,
era el limbo, un laberinto, un caos. Es el historiador quien les da sentido y
orden, volviéndolas necesarias.
Por otro lado, la investigación
histórica basada en fuentes ayuda al lector, que no hace investigación, a
conocer acerca de dichas fuentes sin consultarlas directamente. En el caso de la
educación, les permite a profesores y estudiantes contar no sólo con los
resultados de la investigación, sino con los lugares específicos de donde se
obtuvieron dichos resultados; así como con la posibilidad de revisar dichas
fuentes para verlas desde otra visión o conocimiento específico.
No debe creerse que para realizar
una investigación histórica es suficiente con la utilización de fuentes, pues
se necesita de conocimientos históricos acerca del tema que se pretenda
estudiar, es decir, se requiere –permítaseme decirlo así– de conocer el
contexto del texto. También son necesarios conocimientos teóricos e historiográficos
que le permitan al historiador ubicar y profundizar en su investigación. Sin
embargo, contar con las fuentes necesarias es el primer paso en cualquier investigación:
los siguientes, estarán siempre en relación con este primero.
Ahora bien, no se trata de
utilizar fuentes para justificar que una investigación historiográfica sea
válida o no, sino de utilizar las fuentes necesarias para construir un conocimiento
historiográfico. Es decir, la historia no es la repetición del pasado, sino, en
todo caso, la construcción del discurso y de la imagen de ese pasado a partir
de la revisión de fuentes.
Es necesario advertir que también
se puede hacer historia del presente. En este sentido las fuentes utilizadas no
recuperan un pasado, sino que construyen un presente histórico con elementos
del mismo presente. Esta construcción le permite al sujeto construirse desde un
sentido ontológicamente histórico. Su ser se da a partir de un estar siendo en
el tiempo tanto diacrónica como sincrónicamente.
La historia es un discurso humano
y, como tal, necesita construirse, fundamentarse, interpretarse, argumentarse,
demostrarse, verificarse. En este sentido las fuentes varían dependiendo no
sólo por sus características particulares, sino por la utilización que se hace
de ellas.
Podemos decir, grosso modo, que el método que sigue el
historiador al utilizar fuentes primarias es el siguiente: busca, encuentra,
selecciona, clasifica, “edita” cuando es necesario, contrasta, para obtener no
sólo información, sino orientación a su investigación; pero, durante todo este
proceso interpreta, argumenta, reflexiona y valora las fuentes a partir de una
intencionalidad y tomando en cuenta las circunstancias históricas del texto, es
decir, su contexto. Ahora bien, el orden no necesariamente es éste; sin
embargo, nos permite tener una mejor visión de lo que hace el historiador.
Veamos a continuación algunas preguntas que, aunque generales, se hace el
historiador al realizar una investigación.
- ¿A qué tipo(s) de conocimiento(s) pertenece la fuente (política,
religiosa, artística…)?
- ¿Qué otro tipo de información se puede obtener de ella, además de
los datos concretos que contiene?
- ¿Cómo debe interpretarse, solamente a partir de un enfoque?
- ¿Cómo está estructurada la información?
- ¿Qué relación tiene con otras fuentes?
Además, generalmente se parte de
una serie de preguntas de orden lógico, tales como:
- ¿Qué es o qué sucedió?
- ¿Quién o quiénes participaron o se vieron afectados?
- ¿Por qué pasó?
- ¿Para qué se hizo?
- ¿Cómo se realizó?
- ¿Dónde sucedió?
- ¿Cuándo pasó?
- ¿Cuáles fueron las causas?
- ¿Cuáles las consecuencias?
Antes de continuar, veamos una
forma de clasificar a las fuentes:
Fuentes primarias: son los documentos, testimonios
u objetos originales que le permiten al historiador investigar directamente en
ellos, sin la intervención de un intermediario (traducción, paleografía,
edición, ente otros), pues se corre el riesgo de partir de una interpretación,
o segunda lectura. Generalmente las fuentes primarias pertenecen al mismo
período histórico que se esté investigando, pero no necesariamente; por
ejemplo, puede haber varios años de diferencia entre dos documentos originales,
pero si ambos tratan de un mismo suceso, no dejan de ser fuentes primarias en
la misma investigación.
Fuentes secundarias: son los resultados concretos de
la utilización de las fuentes primarias, es decir, libros, ensayos, artículos,
biografías, monografías, entre otros. Este tipo de fuentes no son de poco
valor, pues son el producto de años de investigación histórica. Y para la
mayoría de las personas, es la única posibilidad que tienen para conocer sobre
temas históricos. Tómese en cuenta, por ejemplo, las dificultades físicas,
económicas, de tiempo y capacidad de investigación, que representaría el que
todos los que quisieran conocer sobre algún tema histórico, tuvieran que acudir
personalmente a consultar en las fuentes primarias.
Es necesario advertir que no hay
una clasificación única y absoluta acerca de la fuentes primarias y
secundarias, sin embargo, exponemos a continuación una que consideramos puede
ser útil para distinguir ambas.
Fuentes primarias:
Escritas:
a)
Documentos públicos o privados (oficiales, políticos, administrativos,
jurídicos, económicos, educativos, religiosos, particulares; ejemplos: testamentos,
fe de bautismo, actas, informes económicos, listas de asistencia, cartas, diarios
personales, entre otros)
b)
Publicaciones (bandos, gacetas, periódicos, entre otros)
c)
Literarios (poemas, cuentos, borradores de novela, crónicas, artículos,
ensayos, entre otros)
Iconográficas:
a)
Plásticas (pintura, escultura, arquitectura)
b)
Gráficas (fotografía, dibujos, caricaturas, grabados, carteles,
afiches, entre otras)
Orales:
a)
Directas (personas que presenciaron el suceso, o que les contaron
dicho suceso)
b)
Grabaciones (filmes, audiovisuales, cine, video, entre otros)
Fuentes secundarias:
Escritos
(libros, revistas, periódicos, entre otros)
Auditivos
(grabaciones de conferencias, entre otras)
Auditivos
y visuales (teleconferencias, videoclips, entre otros)
Terminamos presentando algunas
sugerencias para utilizar fuentes secundarias que –a su vez– utilicen fuentes
primarias; con base en que éstas pueden ser recursos didácticos en la educación.
- Leer párrafos, comprendiendo su significado al subrayar ideas
principales y escribirlas con sus propias palabras a la derecha del mismo;
tratando de entender la lectura a partir de las propias anotaciones.
Posteriormente, cuando se tenga mayor habilidad de lectura, se podrá leer
de “corrido” textos completos, y será más fácil detectar lo que nos dice
el historiador (propuesta, problema, situación, características, causas,
consecuencias, entre otras).
- Ubicar las palabras que se desconozca su significado y
consultarlas en un diccionario.
- Investigar acerca del autor(es) y contexto en que se escribió.
- Investigar las características de la corriente historiográfica a
la que pertenece el texto.
- Hacer una ficha de lectura, identificando el espacio (contexto) y
el tiempo (diacrónica y sincrónicamente), tomando en cuenta los puntos
anteriores.
[1] Dr. en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional, Profesor Investigador de la Escuela Normal
Superior de Querétaro, e Investigador del Archivo Histórico de Querétaro.
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